Por estos días andan alborotados los del gobierno, y sus aliados de la academia, promoviendo el “nuevo modelo” exportador, sustentado en los bienes de origen minero, como premisa para un desarrollo industrial supuestamente “sustentable”. En realidad, lo que está ocurriendo es un retorno al pasado, fincando el futuro de nuestro desarrollo en unos recursos naturales (especialmente carbón y petróleo) no renovables y sujetos a los vaivenes de los precios internacionales. Aparte de que la minería genera un mínimo de empleo, sus efectos sobre el ambiente son desastrosos y debido a su carácter temporal, una vez se agota el recurso, las regiones mineras se sumen en la depresión. Los bienes de origen minero han venido incrementado su participación en las exportaciones totales de manera sostenida en los últimos años, al pasar del 39% en 2001 al 56% en el 2009. El 85% de dichas exportaciones corresponde a petróleo y sus derivados y carbón. El incremento de las divisas provenientes de las exportaciones mineras ha fortalecido el proceso revaluacionista y fomentado las importaciones, desestimulando la industria orientada al mercado interno. En estas condiciones, toda la borrachera provocada por la bonanza temporal de los minerales y los hidrocarburos, terminará en un guayabo general, del cual nos costará mucho recuperarnos.
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