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07 enero 2011

AÑO NUEVO, NADA BUENO.

En el país del sagrado corazón es muy poco lo que cambia, a no ser para peor. Con el pretexto de los estragos causados por el invierno, se nos viene encima una montaña de nuevos impuestos que menguarán aún más nuestros disminuidos ingresos. El humillante aumento del salario mínimo (léase ajuste por inflación), no hace más que perpetuar la crónica desigualdad que existe entre los colombianos y que acentuará la frustración de quienes aún creen en las promesas de los dueños del país. Y es que, aún en contravía de la necesidad urgente de expandir la demanda interna, los capitalistas criollos se empecinan en llenar sus arcas a costa de la miseria en que sobrevive la mayor parte de la población trabajadora. Fieles a los preceptos neoliberales, los dos últimos gobiernos se han dedicado a precarizar el empleo, flexibilizar los métodos de contratación a favor de los patronos, reajustar a cuenta gotas los salarios, todo con el fin de crear las más óptimas condiciones para que el país se convierta en el paraíso de las empresas extranjeras. En este sentido apunta la legislación aperturista que le está entregando las riquezas naturales e importantes empresas públicas y privadas a la voracidad del gran capital extranjero. Como vamos, es posible que el país logre una mayor proyección internacional, pero a costa de la reprimarización de las exportaciones, con el consecuente deterioro ambiental y social, y de un mayor control de la economía por parte de las transnacionales.