SEMANA
27/07/2014
La Tercera Vía, ¿en contravía?
Por: Germán Uribe
OPINIÓNNo se trata de “crecer para repartir”,
como lo plantean algunos, sino de “repartir para crecer”, como con tanta
audacia lo dijera el expresidente Lula.
No sé por qué cada vez que alguien alude a esa
postura política denominada Tercera Vía se me vienen a la memoria las
palabras con que nuestras mamás y abuelas mandaban a la porra cualquier
fantasiosa iniciativa nuestra: “eso son embelecos, mijo”, repetían con
cierto aire de haber pronunciado una sentencia inapelable que nos dejaba
sumidos en el desconcierto, y por añadidura regañados e impotentes. Y
eso mismo es lo que pienso ahora respecto de esta tentativa, recurrente
en el Presidente Santos, de relanzar una “doctrina” a la que yo no
dudaría en llamar simplemente “modalidad”, y cuyo fundamento, más que
concretar una tercera opción entre capitalismo y socialismo, parece ser
un salvavidas para la supervivencia de la socialdemocracia, o como lo
reseñara alguien, “un auténtico caballo de Troya del neoliberalismo cuya
concepción aspira a encontrar el punto de equilibrio para sostener un
desarrollo económico con la menor de las afectaciones sociales.”
Referencia
obligada de esta corriente es el sociólogo Anthony Giddens, autor de
entre otras obras, “Más allá de la izquierda y la derecha: El futuro de
las políticas radicales”, cuyo sólo título induce a imaginarnos su
intención primigenia de asistir a la socialdemocracia en su declive,
ofreciendo como precepto de esta nueva intencionalidad del pensamiento
político y económico el postulado que reza literalmente “el mercado
hasta donde sea posible y el Estado hasta donde sea necesario”, con lo
que se asomaba ya la propuesta de un malicioso estilo con tintes de
mixtura de lo privado con lo público, buscando con ello facilitar un
falso logro de equidad en el desarrollo social y económico de las
naciones. Y poco a poco esta ave fue cogiendo vuelo hasta ser adoptada
por gobernantes como Romano Prodi en Italia, Tony Blair en el Reino
Unido y Lionel Jospin en Francia quienes, armados con la tesis del
agotamiento del comunismo y el fracaso del neoliberalismo, exploraban la
manera de acomodarse en un conveniente centro político, al tiempo que
blandían las banderas de la democracia y la promesa de un crecimiento
económico beneficioso para todos, pero sin abandonar, y por el
contrario, acentuando el método de desregularizar mientras se
privatizaba.
Pero veamos. Sus principios teóricos
rechazan de igual manera al extenuado “laissez faire” y sus secuelas
neoliberales en apogeo desde el siglo pasado, como al control absoluto
del mercado propuesto por el sistema comunista, aunque hay que reconocer
que al tiempo que aboga por la profundización de la democracia,
propende por el acelerado desarrollo de la educación y la tecnología, lo
que se le abona. No obstante, en suma, podría decirse que lo que busca
esta tendencia es que el Estado y el mercado alcancen una convivencia
tal que permita, en armonía con el desarrollo, la sobrevivencia del
capital pero inclinados a aceptar alguna regulación que, sin llegar a
extremos de estatalización o colectivización, sea consecuente con el
bienestar de toda la sociedad. Es decir, dicen sus partidarios que el
Estado como organización política institucionalizada y el mercado con
sus funciones de comercio, producción y consumo, deben velar en
consonancia, el primero, con la equidad en la distribución de la
riqueza, y el segundo con el crecimiento económico. Tal cual.
Sin
embargo, las buenas intenciones por si solas de nada sirven. Por ello
traigo a colación esta valiosa reflexión de Cristina de la Torre en su
columna de El Espectador: “Si la socialdemocracia fue solución
intermedia entre comunismo y capitalismo, la Tercera Vía lo fue entre
neoliberalismo puro y duro -a la Thatcher- y la izquierda
socialdemócrata que instauró en la posguerra el Estado de bienestar.
Resultado de la “nueva” opción: el mismo neoliberalismo, maquillado de
economía mixta y reducido, en suma, a un asistencialismo que se
pretendió sustituto del Estado redistributivo e igualitario.”
Y
es que en este mundo de tan extravagante febrilidad mercantil, ahora
vigorizada por la globalización, el reino dictatorial del mercado sigue y
seguirá per sécula seculórum, y el pedido con buenas maneras -sin
revoluciones ni sangre- de la Tercera Vía para que haya tanto Estado
como sea necesario y tanto mercado como sea posible, a mi parecer es
rebuscado y melifluo, y por tanto embaucador y opuesto a quienes
reclaman con acierto desde la izquierda, “tanto Estado como sea posible,
tanto mercado como resulte necesario.”
Así las
cosas, quienes piensan en la Tercera Vía como el sendero feliz que nos
conducirá al bienestar general, a la justicia impecable y a la paz
eterna, enterrando de paso aquellas concepciones extenuadas de
capitalismo y socialismo, se engañan.
Mientras en
la mentalidad del Presidente Santos, vocero fanático y desbocado de este
frágil artificio denominado Tercera Vía, persista la insólita idea y su
absurdo empeño por aplicar aquella teoría económica de “crecer para
repartir” y no, por ejemplo, como lo afirmara el expresidente Luiz
Inácio Lula da Silva, “repartir para crecer”, ni la Tercera Vía tendrá
en Colombia tierra abonada para una siembra exitosa, ni el futuro de
este embeleco podrá echar raíces en ningún país y menos reconocimiento
alguno en la historia política de la humanidad.
Digámoslo de una vez: La Tercera vía no pasa de ser un ave de corto vuelo avanzando a tientas y en contravía.
guribe3@gmail.com
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