Patético, por decir lo menos, resulta el show organizado por algunos medios de comunicación alrededor de la tragedia que viven miles de damnificados por los desastres naturales que se repiten cada año en el país. Se convoca a los colombianos a donar mercados, ropa, colchones, etc., para demostrar su solidaridad con los infortunados, como si con eso se solucionaran de raíz sus problemas. Todos los años por la misma época surgen, como por encanto, los madre Teresa, supuestamente conmovidos con el desastre que destruye miles de hectáreas de cultivos de las zonas ribereñas de los ríos, viviendas en los caseríos aledaños, o el derrumbe de laderas en las zonas tuguriales de las ciudades, empeorando la de por sí grave situación de pobreza en que, por lo general, sobreviven las víctimas. Se camufla de esta manera la ineficiencia y la falta de previsión por parte de los organismos estatales, en cuanto a tomar con tiempo las medidas necesarias para que este tipo de eventos no se repitan todos los años. ¿Por qué si hay tanto dinero para sostener una guerra interminable contra los factores que desestabilizan el país y para alimentar el apetito voraz de los funcionarios corruptos, no se destinan los recursos suficientes para evitar que estas catástrofes? ¿Por qué a sabiendas del peligro que corre la población se permite la tugurización de los cerros y las riberas de los ríos en las ciudades? ¿Por qué no se toman medidas de fondo, aunque un poco tarde, para evitar que se siga deforestando las vegas ribereñas o se reforesta allí donde sea necesario, para evitar que los ríos pierdan su caudal y tengan que desbordarse inevitablemente para poder fluir? Por eso, en vez de andar pidiendo limosna a los colombianos que pagamos impuestos por todo, lo que hay que hacer es presionar a los gobernantes para que gobiernen, no a favor de sus amigos, sino para la población más desprotegida.
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