18 Nov 2017 - 9:00 PM
Por: William Ospina
El Espectador
Tal vez fue Paul Valéry quien dijo que Cristo trajo al mundo una noticia inesperada, que todos somos hermanos porque tenemos un padre común. También trajo la propuesta de que no debemos acumular, sino sólo pedir el pan de cada día, y que hay que renunciar a la venganza y asumir el principio del perdón, que puede corregir el pasado.
Un muchacho italiano, inspirado en esa doctrina, predicó la austeridad y extendió la fraternidad a los lobos, las salamandras y las estrellas. Esos sabios de Europa parecían indios americanos. El jefe Seattle se preguntaba cómo puede un hombre creer que es dueño del mundo. A un indio del Amazonas le oí decir que no somos hijos de Dios sino del agua y de la estrella. Otro se asombró de que unos hombres que adoraban dos leños cruzados lo declararan ignorante por adorar al sol que da vida y a la tierra que nutre y alegra. Todos podrían suscribir la sentencia más revolucionaria del siglo XX, la de los muchachos franceses que escribían en los muros: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”. Leer más
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