El castrismo quiso definir la soberanía cubana a través de una abierta oposición a Estados Unidos. Esa independencia era un espejismo: sus logros sociales tuvieron siempre un respaldo extranjero.
Por: Rafael Rojas
15 de enero 2017
Tomado de la revista Letras Libres
Se ha escrito mucho sobre Fidel Castro en las últimas semanas, pero la dificultad para discernir su legado dentro de la izquierda latinoamericana del siglo XX sigue siendo tan grande como cuando ejercía su enorme poder desde La Habana. La misma dificultad a la que se enfrentó C. Wright Mills, el influyente sociólogo de la Universidad de Columbia, en 1961, mientras compilaba los textos de su antología Los marxistas (1962), rescatada por la editorial Era en 1964. Mills era amigo de la Revolución cubana, a la que había defendido en su libro Escucha, yanqui (1961), pero dudaba en torno a la pregunta de cuál era el aporte de Fidel Castro a la izquierda socialista. Al final de su antología, dedicaba un apartado al “marxismo fuera del bloque”, donde incluía un discurso del yugoslavo Edward Kardel y mencionaba la Revolución cubana como una de las promesas de la nueva izquierda posestalinista. Leer más
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