Invitación a debatir sobre temas de economía, política, medio ambiente y mucho mas.
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29 julio 2014
13 julio 2014
La “tercera vía” sí existe: es un discurso de encubrimiento
Un texto polémico y vertical sobre las verdades a medias, las falacias y las mentiras de esa “tercera” vía que no existe en el mundo real sino en los discursos de derecha. No al capitalismo rampante o encubierto, pero también no al socialismo caduco.
Rodolfo ArangoTomado de Razón Pública
7 de julio de 2014
Hegemonía de un modelo
La Tercera Vía ha dado de que hablar en los últimas semanas. De ella
hacen eco medios y columnistas proclives a élites sociales y otrora
dirigentes mundiales, sin importar lo desprestigiados que estén en sus
propios países.
Vale la pena hacer algo de claridad sobre el tema: la Tercera Vía no es
la supuesta alternativa al capitalismo y al socialismo, como se quiere
presentar. Más bien se trata de un discurso de encubrimiento del
capitalismo hoy hegemónico y sólo desafiado por el terrorismo y el
radicalismo islámico.
Hasta el presente no existe una alternativa a las formas y relaciones de producción que representan el capitalismo y el comunismo.
En su fase más aguda y avanzada, el capitalismo corporativo
transnacional ha mostrado una efectividad prodigiosa. Para probar este
aserto baste con mencionar las políticas económicas, laboral y social,
que ya no son formuladas “democráticamente” a nivel nacional: ellas son
impuestas por instancias internacionales, incluso de carácter privado,
que deciden el destino de los pueblos sin que sus integrantes lleguen
siquiera a enterarse.
¿O acaso cree alguien que fueron el partido de la U, el otrora
“glorioso” partido liberal y el “benemérito” partido conservador los que
en representación del pueblo colombiano aprobaron la flexibilización
laboral, y no organismos internacionales siguiendo la cartilla del
consenso de Washington?
El mercado y el Estado
Hasta el presente no existe una alternativa a las formas y relaciones
de producción que representan el capitalismo y el comunismo. Diversas
alternativas están sobre el tapete, pero sólo a nivel teórico. Baste
mencionar una: el socialismo de mercado, que garantiza la propiedad
privada de los bienes de consumo, pero no de los medios de producción;
en su versión más actual, acepta incluso que estos últimos y la fijación
de precios sean determinados por el mercado, pero bajo planificación
del gobierno y con participación de los trabajadores en la
administración y ganancias de las empresas.
La tal Tercera Vía carece de un modelo de formas y relaciones de
producción distinto de de las dos opciones que dice querer superar. Se
trata de una típica hipóstasis del discurso con la realidad: se
pretende crear nuevas realidades fácticas vía discursos, reemplazando
hechos con palabras.
Con su fórmula “tanto mercado como sea posible, tanto Estado como sea
necesario”, la Tercera Vía de Santos encubre la realidad del libre
comercio internacional, legal e ilegal, en beneficio de grandes
conglomerados, por lo general privados, en procura de crecientes
capitales con destino a paraísos fiscales (black pool). Bajo el uso de
las expresiones “posible” y “necesario”, afloran los prejuicios de sus
promotores: el mercado es sinónimo de libertad, el Estado de lo
contrario.
Otro sería el paseo si la fórmula fuese “tanto Estado como sea posible,
tanto mercado como sea necesario”: Esto en atención a que vivimos en un
país inculto adverso a la ley y amigo del atajo.
Con este fácil juego de palabras, los tecnócratas de derecha buscan
maximizar el mercado y minimizar el Estado, sinónimo de ineficiencia,
corrupción y arbitrariedad. Se obedece así la cartilla neoliberal, con
sus recetas de desregularización de la economía, privatización de
funciones, entidades y bienes públicos y reducción del Estado, pese a
sus devastadores efectos sobre la desigualdad, la equidad y la
solidaridad social.
La muerte del socialismo
En su versión benigna, la Tercera Vía parte de supuestos errados, a
semejanza de Fukuyama con el efímero “fin de la historia” y de las
ideologías.
Uno de tales supuestos es creer que el marxismo como utopía
emancipadora ha perecido, sepultada por el fracaso del comunismo
soviético o del socialismo chavista del siglo XXI. Pero con estos
ejemplos se confunden experiencias históricas, por cierto fallidas e
inaceptables dada su negación del pluralismo étnico, cultural, de
género, político o religioso, con la búsqueda de verdaderas alternativas
a formas y relaciones de producción que perpetúan la dominación.
La superficialidad del debate se hace patente cuando se centra
simplemente en la condena al totalitarismo o en la exaltación de la
libertad como motor de la motivación, innovación o productividad.
Detrás del eslogan
Pero no todo es superficial o benigno en el discurso encubridor de la Tercera Vía.
Un dogmatismo fanático trasluce en la pepa de su raciocinio
instrumental, propio de la actual clase política gobernante: óptimos de
Pareto, condiciones de Samuelson, etc., son formas de reducir las
grandes decisiones políticas, económicas y sociales sobre democracia,
guerra, soberanía o relaciones internacionales, a problemas de
eficiencia, como si la idea de la utilidad gobernara al ser humano y no
al contrario.
El “unilateralismo” del análisis económico, que desecha variables y
simplifica la complejidad del contexto cultural y político en su
metodología para modelar matemáticamente, resulta tan totalitario como
el pensamiento colectivista que dice combatir. La privatización de la
salud, la educación y la justicia, por presuntas razones de eficiencia,
evidencia la ideología de derecha latente bajo la máscara
socialdemócrata.
El discurso de la Tercera Vía complementa al discurso de la paz. Con su
medianía y su mezcolanza pretende ser social pero de paso coopta, anula
el disenso y liquida la democracia. Dineros públicos y privados
seguirán fluyendo para mantener el estado de cosas, impedir la
democratización y entronizar la corrupción. Mientras tanto, las grandes
reformas al régimen territorial, de tierras, de poder político y de
garantías a la oposición seguirán siendo imposibles, en buena parte por
ser incompatibles con los negocios internacionales. La corrupción y la
guerra, modus operandi del capitalismo transnacional, se encargarán de
aportar su cuota de terror, también necesaria para reactivar el aparato
productivo y controlar la población mundial.
La verdadera tercera vía
Desafíos más dignos de discutir en la búsqueda de alternativas reales
al capitalismo y al comunismo soviético o al socialismo castro-chavista
se centran, por ahora, en el análisis de la libertad.
Tanto el historiador Quentin Skinner, con su defensa de un tercer
concepto de libertad, como el filósofo Philip Pettit, con su propuesta
de “libertad como no dominación”, ofrecen perspectivas republicanas más
enriquecedoras que las de la Tercera Vía para analizar los alcances y
límites de la libertad.
No debe desanimarnos que hoy predominen el capitalismo transnacional y
su mancorna, el pensamiento posmoderno. Por el contrario, la debilidad
teórica de su reencauche debe animarnos, puesto que ella no podrá
superar el culto al mercado, el avance del militarismo y de la
corrupción (como acaban de mostrarlo los manejos oscuros
de Tony Blair en su gestión como “enviado de paz” a Oriente Medio), o
el aumento del fanatismo religioso como consecuencia de intervenciones
humanitarias con fines económicos.
Desenmascarado el discurso de cooptación política que acompañará el
segundo periodo presidencial de Santos, queda abierta la pregunta de
cómo construir un orden internacional verdaderamente republicano, en el
cual las potencias extranjeras abandonen su mentalidad colonialista y
explotadora de naciones “inferiores” o subordinadas.
Afloran los prejuicios de sus promotores: el mercado es sinónimo de libertad, el Estado de lo contrario.
Al igual que una constitución republicana parte de la libertad, la
igualdad y la solidaridad entre sus ciudadanos, el orden político
internacional debe reconstruirse sobre condiciones de igualdad real que
tengan en cuenta la injusticia histórica del colonialismo y las nuevas
formas de su resurgimiento.
En la exploración de alternativas es importante volver a los clásicos
del pensamiento, a la lectura, al debate crítico, para combatir la
estrategia televisiva transnacional de embrutecimiento, con el espejismo
de vivir bien porque se participa visualmente de la vida de los otros.
“Realities” que acercan a la audiencia anónima a similares del género
humano y les permiten, por un momento, gozar de una gloria personal
prestada. O enlatados empobrecedores, como si todos tuviéramos derecho a
una cuota de estupidez en el mundo.
Por el momento no existen alternativas al capitalismo imperante y al comunismo caduco. Pero eso no debe incomodarnos.
Por el contrario, debería animarnos el hecho de poder detectar las
manipulaciones a las que estamos sometidos con el pensamiento único de
una derecha activa y militante, de múltiples rostros, dispuesta a
arrasarlo todo y a todos con su pathos tanatológico.
El aporte para una transformación radical podría venir de una
izquierda crítica y reflexiva, no una cooptada y confundida que cree
necesario acoger el discurso de unanimidad para tener una opción sobre
la tierra. La emancipación del género humano es una utopía vigente, al
igual que lo es la búsqueda de formas y relaciones de producción
sensibles a las diferencias y respetuosas de otros seres vivos. Si
persistimos en este difícil trabajo de domesticar la política nacional y
mundial estaremos dando pasos en la dirección correcta
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