El mal llamado incremento del salario mínimo es un sofisma, pues en realidad lo que se hace es ajustarlo por el índice de inflación; es decir, no hay aumento como tal, con lo que se deteriora la capacidad adquisitiva de los trabajadores. Además, la enorme brecha que existe en Colombia entre ricos y pobres es de las más altas de Latinoamérica y cualquier incremento por encima del nivel de precios, lo único que hace es saldar la enorme deuda social, acumulada a lo largo de nuestra accidentada historia. Claro que los funcionarios tecnócratas, que pueden ganar fácilmente 10 o 20 veces más que un trabajador promedio, seguramente no necesitan un incremento importante. En condiciones de un mercado interno estrecho como el nuestro, todo incremento real de los salarios contribuye a expandir la demanda de bienes y servicios, con lo cual se estimula un mayor crecimiento de la economía. Es la paradoja de un sistema socioeconómico sustentado en el beneficio privado y no en el interés social.
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