Por: Alberto Acosta[1]
29 de febrero 2020.
Aceptémoslo, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial la búsqueda de “el desarrollo” -hijo predilecto del así llamado progreso- convocó a la cruzada más potente en la que ha participado la Humanidad, hasta ahora. Nunca antes tantas personas y tantos gobernantes, desplegando tantos recursos y utilizando tanto tiempo, se han movilizado con tanta intensidad y tanta constancia, detrás de un objetivo asumido casi como mandato global, como lo es todavía “el desarrollo”. Siendo generosos en nuestra conclusión, los resultados de tanto esfuerzo son lamentables. No solo que desde el inicio comenzaron a aflorar las dificultades, sino que “el desarrollo”, como se comprueba cada vez más, no existe… Y lo que es aún más grave, en este empeño no solo que se atropellaron comunidades y territorios, sino que se minimizaron o inclusive se destruyeron visiones y subjetividades que habrían constituida bases para otros paradigmas y otras evoluciones. Y no solo eso, “el afán del desarrollo ha favorecido la brutalidad”, en tanto justifica “el colonialismo, el neocolonialismo y el neoliberalismo”, como anota el nigeriano Nnimmo Bassey. Leer más