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09 noviembre 2011

Los baby teachers: hijos del neoliberalismo




Los baby teachers: hijos del neoliberalismo

La ideología del neoliberalismo crea y reproduce los elementos que sustentan esta fase del capitalismo. En la estructura intelectual de esta etapa voraz del capital ofician los profesionales encargados de que funcionen bien los engranajes de la religión del mercado.
Hijos del neoliberalismo –en realidad, neoconservadores–, han sido educados para obedecer, aceptar y aplicar las ordenanzas de un capitalismo mordaz. Alabar y no rechazar son sus eslóganes. Con tales actitudes, aspiran a fortalecer los regímenes antes que a mostrar sus debilidades. Son los nuevos técnicos del pensamiento. Alfabetizados en las tecnologías, han hecho de éstas un tótem supremo desde el cual creen conocer en profundidad el mundo, la realidad del mismo. Despolitizados, des-socializados, individualistas y tecnócratas, se estremecen ante la palabra confrontación. Seguidores del pensamiento utensiliar, son monaguillos que vuelven culto los reglamentos autoritarios de la educación. Son los baby teachers de las universidades: eficaces, eficientes, autómatas bilingües, “todo terreno”, choferes de las tecnologías. Gestionan sin queja la dictadura normativa de las llamadas investigaciones universitarias. Hijos del neoliberalismo, baby teachers de las instituciones.

En Colombia hay grandes laboratorios que los producen en serie y se reproducen exponencialmente. Todos han egresado de universidades que debieron sufrir el azote de la Ley 30, que no sólo impulsó una agresiva privatización sino que además las ahogó en su misma sustancia al obligarlas a llevar un plan acelerado de acreditación acorde a las exigencias del mercado global. Como consecuencia, se desmontaron currículos, se ajustaron los planes de estudio a nefastos objetivos, y se desterró todo proyecto de una pedagogía crítica y renovadora.

En varios aspectos, los discursos doctrinales, religiosos, moralistas y políticos de esta primera década del siglo XXI se asemejan a los de la llamada Regeneración de la República Conservadora impuesta en el país desde 1880 hasta 1930: servidumbre hacendaria y partidista, maniqueísmos religiosos y morales, conservadurismo, ideología imperial y papal, controles a la educación, censura camuflada, obstáculos a la modernidad crítico-creativa, centralismo intelectual, rechazo a la autonomía del intelectual disidente. Las pocas conquistas de autonomía universitaria, docente, estudiantil e intelectual, lograda de los 60 a mediados de los 80, fueron diluyéndose y cambiándose por una adaptación servicial e integrada al “nuevo orden global”. La consolidación de la economía de mercado, del poder de los medios masivos de comunicación, de las tecnologías digitales; la urbanización y la inmigración masiva, la privatización en serie y en serio, la banalización de la cultura, son algunos contextos en los cuales se desarrolló y se llevó a cabo el pensamiento neoconservador de última hora. Como consecuencia, observamos el paso de los intelectuales críticos a los baby teachers “todo terreno”, adaptados al son que les toquen.

Desde aproximadamente 1990, un cambio radical impacta en las estructuras universitarias. Todos sus estamentos han sido lentamente transformados. El neoliberalismo atrapó las libertades colectivas e individuales que todavía eran posibles en las instituciones tanto públicas como privadas. Así, los profesores, los estudiantes y los intelectuales entraron en un espacio de mayor control. Se impuso un lenguaje administrativo y ecónomo. Con ello se pasó de una activa reflexión a la sumisión de la gestión. Entonces, conceptos como eficiencia, eficacia, competitividad, flexibilización, administración e insumos comenzaron a formar parte del lenguaje de los ámbitos educativos. Como resultado, tenemos un nuevo tipo de intelectual: el docente eficiente con lenguaje ecónomo. El denominado “relevo generacional”, es decir, jóvenes profesores que reemplazan a los viejos intelectuales de vanguardia crítica, y el nombramiento de economistas y administradores en los mandos medios de dirección académica garantizan las reformas curriculares acordes con las demandas neoliberales. Golpe bajo al trabajo crítico y humanista; ganancia para el trabajo administrativo. Burócratas contra intelectuales.

De manera que la Universidad se adapta a las exigencias del mercado, edificando el llamado por algunos teóricos “capitalismo académico”: una “universidad emprendedora”, lo que quiere decir subordinada a la mercantilización de sus componentes. El “capitalismo académico”, impuesto como política central por los países de élite, asume la educación como industria, fábrica, business university. La Universidad queda reducida a un bazar de servicios educativos, y de bienes simbólicos y culturales, con clientes y accionistas (los estudiantes), con obreros y asalariados (los profesores), con productos (los resultados de las investigaciones, los saberes y conocimientos) y gerentes ecónomos, administradores (directivas). En este bazar universitario, a los logros académicos de los profesores se les evalúa o controla en forma cuantitativa, es decir, por la cantidad de productos de investigación, publicaciones, cátedras, participación en eventos. Al profesorado se le trata como a un insumo, un objeto consumible y consumidor. Las lógicas de la comercialización de la eficacia y de las competencias de rentabilidad dominan el territorio.

¿Dónde está la autonomía crítica del docente intelectual? Los baby teachers dan la respuesta: son cosas del pasado, dicen; peticiones de una historia muerta, enterrada. En su lenguaje dan un no a la memoria y un sí al ahorismo consumible, adaptado. La instrucción y la formación de docentes que hacen de la tecnocracia algo plenipotenciario, o bien que asumen la modernización tecnológica, impuesta desde arriba, con preocupante ingenuidad, es una de las más grandes heridas en el corazón de la academia. Ante la reflexión, se propone la gestión; frente al debate político y cultural, se irrumpe con una relajación pragmática; contra una actitud de confrontación y diferencia, se establece una postura de adaptación, aceptación y confort académico. Es la mercadización de lo social, de lo educativo, donde triunfan las dinámicas de lo administrativo, del gerencialismo. En esta forma, la paranoia, la autocensura y el conformismo se reivindican en estos escenarios empresariales de hipervigilancia y control competitivo.
El ascenso del pensamiento neoconservador y la globalización económica neoliberal ha contribuido a crear este tipo de docente universitario adaptado y adaptable. De modo que al joven docente le han otorgado un papel de legitimador político, cultural y moral de los regímenes hegemónicos. Atrás quedaron los tiempos del intelectual disidente, las posiciones libertarias. ¡Oh, baby teachers, bienvenidos al futuro!

Tomado de:  
Le Monde Diplomatique. Edición Colombia.
Nov. 09-11